Yaces tendido en el llano
tu silueta, confundida, recordando ceniza
y entre las grietas de tu cuerpo desnudo
se oye el monótono ritmo de un lejano tambor
al tiempo que crece la yerba,
formando lánguidos campos yermos ,
en los que nunca podremos sembrar.
Abre tus labios sedientos, áridos...
y cuando puedas alcanzar, tan sólo rozando,
una seca hoja prendida en mi larga melena
tu expresión se tornará una suave luna creciente;
entonces podrás alzar tus manos de bruma,
envolver mi cuerpo quieto,
convertirlo en alma
y despertar mis párpados de roca
abriendo paso, suavemente, al ocre de mi mirar.